*Olivia*
Mi madre solía decirme que el silencio hablaba más fuerte que las palabras. Con lo callada que era yo de niña, estoy segura de que lo decía para animarme, pero a medida que crecía, supe que quería decir algo completamente diferente.
Eran momentos como estos, cuando Giovani estaba parado en medio de la cocina, con aspecto de que arrancaría algunas cabezas si alguien decía una sola palabra, que entendía lo que ella quería decir.
Dalia y yo los mirábamos en silencio, mientras Giovani ni siquiera se daba cuenta de que yo estaba allí mientras se dirigía de forma directa a la nevera. Sacó una cerveza y una bolsa de hielo, girando sobre sus talones sin decir una sola palabra.
Gabriele lo miraba, impasible, sin siquiera molestarse en detenerlo cuando los dos giraron para irse.
Pero, por supuesto, yo nunca podría dejarlo así. Debería haber seguido el consejo de mi madre de leer la situación y dejar que Giovani se calmara antes de intentar hablar con él.
Pero no lo hice.