—Está descansando —dijo Tallon.
El globo de tensión que me sostenía estalló, y me desplomé contra Gio.
—Descansando —susurré.
Descansando significaba vivo, significaba bien, significaba que tendría la oportunidad de decirle algo más que gritarle palabrotas.
Gio me sostuvo, cálido y fuerte y seguro. Dios, qué suerte tenía de tenerlo.
—El doc sacó la bala —continuó Tallon—. Cosió un par de cortes, entablilló un par de huesos y lo dejó con analgésicos —se encogió de hombros—. Aún no está despierto, pero está estable.
Las lágrimas se acumularon en mis ojos. Creía que Sal realmente solo había querido herir a Gio. Eso tampoco podía perdonárselo sin que compensara seriamente por ello, pero al menos podría decirle que creía en él. Eso sería suficiente para mí.
Miré a Elio, que aún dormía. No podía perdonar a Sal tan rápido por todo lo que había hecho.
Gio me frotó los hombros. —Está bien, carina. Todo está bien.