Tallon
Salí de la ducha y encontré a Natalia luchando para desencadenarse de su vestido. La vista era suficiente para que quisiera llevarla de vuelta a la cama, pero no quería que nos perdiéramos el tour en barco que había planeado para nosotros, y lo último que quería era que pensara que la había traído en este viaje solo para tener sexo.
Gruñó y se dio la vuelta, tratando de tirar de su vestido hacia abajo, cuando finalmente se dio cuenta de que la estaba observando. Sus mejillas se tornaron de inmediato de un adorable tono rosado y se dio la vuelta.
—Déjame ayudarte —dije, acercándome a ella y envolviendo mis brazos alrededor de su torso aún desnudo. Aunque había prometido no intentar seducirla de nuevo, no pude resistir inclinarme y colocar unos ligeros besos en su cuello.
—Me siento terrible. Creo que he rasgado este vestido —sonaba genuinamente apenada por ello.
—No te preocupes, te compraré una docena de vestidos como ese —la tranquilicé.