PUNTO DE VISTA DE AMELIA
—¿A qué te refieres ahora, madre? Tengo cosas que hacer que no incluyen escuchar chismes de la manada —dije.
—Trajiste a una extraña a la manada. Muy bien podría ser una pícara. Se supone que debes matarlos al verlos y no traerlos a la manada —replicó mi madre.
Kaden parecía harto de ella y yo podía ver de dónde venía su terquedad porque sabía que ninguno de los dos iba a ceder en la conversación. Pude ver a la enfermera, así como a algunos otros, mirando curiosamente como si buscaran el pedazo de chisme más jugoso y supe que tendría que intervenir.
—Tal vez deberíamos llevar esta conversación a un lugar más privado —ofrecí—. Debe haber algunas salas vacías por aquí o quizás el estacionamiento podría ser un buen lugar.
Kaden ni siquiera me miró cuando habló. —No hay nada que llevar en privado porque no hay conversación que tener. No voy a tener esta discusión contigo, madre. Lo que elija hacer o no hacer con respecto a mi manada es asunto mío.