LA PERSPECTIVA DE KADEN
No me podía permitir caer en el sueño.
Amelia decía estar bien pero la conocía mejor que a mí mismo. Conocía cada una de sus partes, cada sonrisa, cada peca, cada curva de su piel, conocía sus emociones mejor que las mías propias algunas veces y sabía a ciencia cierta que, a pesar de lo que dijera, estaba lejos de estar bien.
Podía verlo en la forma en que apenas cruzaba la mirada conmigo, en la hesitación de su voz y en su determinación para evitar hablar sobre lo que fuera que hubiese enfrentado en ese lugar. Conocía la culpa que sentía, a veces, cuando por accidente dejaba caer su muro, podía sentirla como un veneno amargo al fondo de mi garganta amenazando con ahogarme.