La cima de la montaña estaba muy tranquila y los dos se sentaron allí en silencio.
La brisa fresca levantó su largo cabello, que sin querer rozó su perfil lateral.
Era cosquilloso.
Joseph levantó una ceja.
Giró su cabeza para mirar a Lucille y vio que sus pálidas mejillas estaban teñidas de rojo. Bajo los rayos del sol, aún podía ver su fino vello facial. Sus largas pestañas aleteaban como las alas de una mariposa, volando directamente hacia su corazón.
Sus labios eran extremadamente hermosos. Se veían delicados y carnosos. Eran ligeramente rojos y eran incomparablemente tentadores.
—Bobo —llamó Joseph.
—¿Hm?
Lucille giró su cabeza de manera subconsciente. De repente, sintió una sensación fresca en sus labios. Estaba atónita y se encontró con los oscuros y profundos ojos de Joseph.
La distancia entre ellos era tan pequeña que incluso podía sentir su respiración superficial.
¿Eso significaba que había besado accidentalmente la cara de Joseph?
Lucille dio un paso atrás.