—¿Qué?
Lucille estaba desconcertada.
Al siguiente segundo, escuchó la voz profunda y seductora del hombre fluyendo en sus oídos, palabra por palabra.
—Bobo, la próxima vez que huyas de casa, recuerda llevarme contigo.
Eso fue lo que dijo.
Era como un fuego artificial explotando en el oscuro cielo nocturno; como una semilla enterrada en la tierra que de repente brota; como una capa de ondas formándose en la superficie de un lago en calma.
Lucille se sentó en la cama por mucho tiempo antes de volver en sí.
Joseph había salido de la habitación. Se había llevado el kit de primeros auxilios para cumplir su promesa de tratar su herida todos los días.
Lucille se frotó las sienes.
No mucho después, la puerta cerrada herméticamente se abrió de nuevo.
La persona que entró esta vez fue Molly. La niña tenía una sonrisa tonta en su rostro, y estaba un poco orgullosa. Al acercarse, dijo:
—Bobo, ¡te hice una sopa nutritiva!
¿Era realmente sopa?