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La noche estaba silenciosa, y las estrellas parpadeaban. Mientras tanto, en Ciudad de los Nueve Estados...
Amore miraba la gruesa pila de documentos frente a él. Era la prueba de que la fábrica secreta había realizado varios experimentos durante este período de tiempo. Era exactamente lo que Sombra Solitaria le había dicho. Su tío, en quien confiaba con todo su corazón, había encabezado un proyecto para desarrollar un gas venenoso fatal.
Sentado en el sofá, las pupilas de Amore eran tan agudas y frías como un carámbano.
—¿Qué más tienes que decir, tío Uriah?
En la sala de estar, el hombre de mediana edad y desaliñado argumentaba:
—Amore, escúchame. Yo tampoco quería hacer esto. Fue todo porque las condiciones que ofrecieron eran demasiado tentadoras. Estaba cegado por la codicia por un momento. Por eso terminé haciendo esto.
Continuó:
—Te vi crecer, Amore. Por favor, dame una oportunidad. Perdóname por mi pequeño error, ¿no lo harás?