Lucille se masajeó la frente y entró en la sala de estar.
En el sofá, Molly estaba abriendo una lata de comida para gatos mientras alababa:
—Fuiste increíble hoy. Tengo que admitir que eres el gatito más valiente de todos. ¡Te recompensaré con un poco de pescado seco, ¿vale?
—Miau.
El gatito se lamió las pequeñas patas como si estuviera muy satisfecho con la recompensa.
Sin embargo, Molly entendió lo que significaba. Mientras sonreía, dijo:
—¿Estás diciendo que puedo venir a buscarte si algo así vuelve a ocurrir? Suena bien. ¡Vamos a darles su merecido juntos!
Lucille no pudo evitar soltar una carcajada.
El mundo de un niño era tan emocionante.
—¡Bobo! —Molly miró hacia arriba y preguntó curiosamente—. ¿No estabas en una cita con el Señor Joseph? ¿Por qué volviste tan pronto?
—¿Una cita?
Lucille se sorprendió por un momento. Supuso que Culver debía haberle dicho algo a Molly en el camino de regreso.
Lucille sacudió la cabeza y respondió: