Por alguna razón, la mujer frente a él era obviamente muy amable, pero Charlie se estremeció. Cuando esas palabras salieron de su boca, el significado detrás de ellas parecía haber cambiado.
Parecía como el gran lobo malo preguntándole a Caperucita Roja, «Caperucita Roja, ¿dónde están tus cosas? ¡Date prisa y entrégalas para que pueda comerte!».
Charlie quedó impactado por su rica imaginación.
Fiona fue paciente y preguntó:
—Date prisa y habla, chico. ¿Realmente eres Charlie? ¿Tienes las cosas contigo?
Charlie asintió.
—Oh... —La expresión de Fiona cambió. Ya que había encontrado su objetivo, entonces ya no era asunto suyo.
Fiona hizo señas a sus hombres para que abrieran la puerta del coche.
Charlie estaba a punto de entrar al coche cuando Fiona lo detuvo.
—S-Señorita...
—¿Cómo puedes ser un niño tan ignorante? —Fiona sonrió y acarició la pequeña cabeza de Charlie. Partió sus labios rojos y dijo cruelmente:
— No eres la persona que estoy buscando.