Lucille bajó los binoculares y dio una palmadita a Molly en el hombro.
—Vámonos.
Dos figuras bajaron del tejado, pasaron por el oscuro callejón y caminaron hacia una camioneta estacionada al borde de la carretera.
El motor rugió, y la camioneta se puso en marcha.
Molly hizo una mueca de dolor y no pudo evitar preguntar con cara amarga, —Este coche no se va a desmoronar, ¿verdad, Bobo?
—No.
Para no exponer su identidad durante el proceso de seguimiento, Lucille le pidió específicamente a Hugo que les consiguiera una camioneta de segunda mano. La matrícula también era falsa. Si por accidente la atrapaban, esos asesinos no podrían verificar su identidad.
Eso le ahorraría muchos problemas.
Lucille miró a Molly y sonrió levemente, diciendo, —Deberías ponerte el cinturón. Tendremos que acelerar.
—¡Está bien!
Molly asintió y se puso el cinturón obedientemente.
Lucille pisó el embrague manual y luego aceleró. Sus movimientos eran fluidos y suaves.