Punto de Vista de Sophia
Empecé a sollozar en cuanto la vi.
—¡Mamá! —grité mientras corría hacia la ventana.
Ella me miró y me regaló una pequeña sonrisa.
—¡No! —grité con fuerza.
Mi corazón se rompió y sentí el impulso de romper el cristal que nos separaba. No podía dejar que mi mamá hiciera esto. No podía dejar que se lastimara. La oscuridad era mía, no suya. Yo era quien debía estar en esa habitación, no ella. Yo era quien debía luchar contra ella, no mi mamá. Ella ya había tenido suficiente. Ya había hecho suficiente. Ya había pasado por suficiente. Se merecía ser feliz con mi papá. No merecía estar atrapada en esa habitación.
—Hola, mi niña —dijo mi mamá, colocando su mano en la ventana.
Algo entre un sollozo y un grito escapó de mis labios. No podía contener el dolor que sentía. Tenía que sacarla de allí. Tenía que recuperar la oscuridad.
—¿Por qué, mamá?! —grité mientras también ponía mi mano en el cristal—. ¿Por qué?!