—¡Todo esto es tu culpa! —gritó su madre mientras su puño impactaba en su pequeño cuerpo. Los golpes resonaban por la habitación.
Duele...
Por favor detente...
Gimiendo, Seth se encogió mientras recibía sus golpes. Lágrimas corrían por mi cara. —Mamá, lo siento...
De repente, le dieron un puñetazo en el estómago. Estaba ahogándose y tosiendo sangre.
Su espalda rebotó contra la pared mientras la fuerza de su patada lo lanzaba por la habitación. Un crujido sonó en su frágil cuerpo mientras gritaba de dolor.
—No te atrevas a llamarme por ese nombre. No recuerdo haber tenido nunca un hijo como tú. Si solo no existieras, la vida sería mucho más fácil.
Lentamente, abrió sus hinchados ojos y miró a la mujer que pensó que lo amaba. Quien afirmó que nunca le haría daño. Su jurada protectora. La persona que le dio la vida en primer lugar.
¿Qué había hecho mal?