Seth cayó de rodillas, sus ojos se abrieron de par en par. La incredulidad lo invadió, no quería creer que la única persona por la que valía la pena luchar había muerto.
—¡Ella no puede estar muerta, no puede estarlo! —gritó en su cabeza.
—¿Qué he hecho para merecer esto?
Por más que Seth intentara negarlo, la realidad siempre estaría allí. La vida continúa, contigo o sin ti. Si te quedas atrás, entonces eres un retrasado.
Estaba listo para transformarse y correr, pero ese sonido lo detuvo.
Un pitido.
Pero no era solo un pitido, era uno tras otro. Su cuerpo saltó automáticamente, girando la cabeza rápidamente hacia Sarah.
—Un sollozo angustiado salió de él, y se sintió aliviado al ver que el monitor cardíaco se movía en ondas. En el último minuto, Sarah fue reanimada con el desfibrilador.
—Los médicos vitorearon, lágrimas picando sus ojos porque su Luna seguía viva.