Los recuerdos dolorosos hacían que mi corazón doliera y ardiera. Para ser honesta, extrañaba a mi padre. Todavía amaba a Robert, y aunque me dolía admitirlo, lo extrañaba terriblemente.
Ni hablar de mi mejor amiga. Aunque Jennifer me lastimó, el anhelo por nuestros momentos divertidos y tradiciones siempre regresaba.
No me di cuenta de que se me cayó la manzana que estaba comiendo hasta que Richard la recogió. Mi respiración se profundizó y las lágrimas amenazaban con derramarse de mis ojos en cualquier momento.
—Ant, déjala en paz... —empezó Richard.