CAPÍTULO 259 Un Asesino Sin Remordimientos

Félix tragó su propio miedo e inhaló profundamente, forzando cualquier rastro de emoción de su rostro mientras mantenía fija la mirada de su hermano.

Podía sentir, más que ver, la sonrisa perezosa que se extendía por la cara de su hermano, y el lobo de Félix reaccionaba en consecuencia, preparándose para defenderse en cualquier momento. No confiaba en su hermano ni lo más mínimo.

—¿Nervioso, eh? —Jasper escarneció en la oscuridad, su tono burlón.

—¿De qué? —gruñó Félix—. ¿De ti? Ya no somos niños, Jasper. No me asustas.

La risa incrédula de Jasper resonó en sus oídos mientras él agarraba y apretaba fuertemente la muñeca de Félix con ambas manos, sus dedos huesudos clavándose dolorosamente en la piel.

—¿No? Entonces, ¿por qué te late el corazón tan rápido? —continuaba burlándose mientras incrementaba la presión sobre la muñeca de Félix, riendo al torcerle fácilmente el brazo y empujarlo hacia atrás.