103 — Un Cobarde

La mañana siguiente, los grandes salones del palacio del rey se adornaron con lujosas sedas y brillantes ornamentos, todo cuidadosamente dispuesto para la ceremonia de bienvenida de la reina.

Los sirvientes se encontraban en el patio, esperando la llegada del carruaje real.

—¡Por fin habrá una reina en el palacio!

—Hace una década que el dormitorio de la reina no se usaba.

—Esperemos que no sea como aquella... princesa maligna.

—¡Shh! Podría oírte.

Los susurros circulaban entre los sirvientes, pero Cynthia, que estaba junto a la puerta de hierro, con los brazos cruzados, no le importaba. Simplemente esperaba con ansias la llegada de su hermano.

El carruaje dorado avanzaba por el suelo, las ruedas producían sonidos que nadie podía ignorar y hacían evidente su presencia.