Una pequeña silueta de mujer, aparentemente frágil, apareció detrás de la reina. Su oscuro y rizado cabello azul enmarcaba ojos de un verde esmeralda, sus delicadas facciones realzadas por una piel suave y pálida.
—Y-Y-Su Alteza —susurró Suyou, acercándose a Arisia sin dudarlo.
Lágrimas caían por sus mejillas como un río, pero él no hizo esfuerzo alguno por limpiarlas. Su pecho se apretó, temiendo que si se frotaba los ojos, ella podría desvanecerse—justo como siempre lo hacía cuando la veía en la mansión del gran duque. Su silueta lo había atormentado como una sombra, pero esta vez, ella se sentía real. ¡Ella estaba verdaderamente de pie frente a él!
—¡Suyou! —gritó Lucian, pero el joven no hizo caso.
Cegado por todo a su alrededor, su único enfoque era Arisia.
—Ven, acércate —la joven mujer habló suavemente. Su voz sonaba inquietantemente similar a la de Arisia, pero Lucian no se dejaba engañar.