Una Bestia

EL SILENCIO cayó entre ellos durante mucho tiempo antes de que Stella hablara. —Lo siento por arruinarlo todo. Realmente no fue mi intención.

—¿Te gusta el parque?

Ella parpadeó. —Eh... sí. ¿Por qué?

—Dijiste que te gustaría salir —comenzó Valeric—. Lo pensé, y estoy seguro de que puedo mantenerte lo suficientemente segura para ir al parque. Así que... creo que podemos salir si todavía quieres.

Sus labios se separaron sin palabras, y justo cuando él pensó que iba a decir que no, una enorme sonrisa apareció en su rostro, y ella asintió frenéticamente con la cabeza. —¿Cuándo? ¿Cuándo vamos?

—Mañana —dijo él—. Dejaré el trabajo por ti en la tarde.

La sonrisa de Stella se amplió aún más, y ella se puso de pie. —Mañana será. Pero por favor levántate de ahí. Me estás haciendo sentir muy mal.

—Eres horrible.

—¡No lo soy! —Parecía como si fuera a empujarlo de nuevo a la tina.

Valeric se quedó callado y la siguió hacia fuera para secarse. No dudaba ni un poco de que ella lo haría.