Tatuaje Inacabado

UNA cucharada y un gusto, y Stella echó la cabeza hacia atrás, cerró los ojos y una gran sonrisa se dibujó en su rostro. —Está bueno.

Valeric no dijo una palabra y en lugar de eso, la observó todo el tiempo en silencio. De vez en cuando cruzaba la mirada con él e inmediatamente la desviaba, con las orejas ardiendo de un rosa intenso. —¿Vas a quedarte mirándome hasta que termine? —preguntó.

—Quizás —fue honesto—. Realmente no tengo nada más que mirar excepto a ti. No hay exactamente nada interesante por aquí.

—¿Ah, sí? —ella se detuvo y le lanzó una mirada inmediata y ansiosa—. ¿Crees... que soy lo suficientemente interesante como para mirar?

—Claro —el hombre asintió—. ¿Te sientes incómoda?

—¿Eh? —ella parpadeó hacia él antes de negar con la cabeza furiosamente—. No, para nada. No es como si... no lo hicieras todo el tiempo.