¡¡¡Cuñada!!!

Los pelos de la piel de Stella se erizaron al escuchar esa voz, y entró en pánico, levantando lentamente la cabeza de la almohada para mirarlo. —¡Ah! Tú... jaja.

Valéric inclinó la cabeza hacia un lado para mirarla confundido. —¿Estás bien? Se acercó unos pasos y hundió la rodilla en la cama para subirse, y en respuesta a su acción, ella retrocedió, congelándose su cara en una sonrisa incómoda.

—¿Qué te pasa? —preguntó.

—¿Eh? ¿Qué me pasa? Empezó a reír nerviosamente. —N... nada. Solo estoy cansada.

—Pareces bien. ¿Quieres comer?

—¡No!

—¿Qué?

—Ahh... ¡sí! Sí, quiero comer.

—Stella-

—¡Espera! —Presionó sus manos contra los hombros de él y bajó la cabeza para respirar profundo. —Espera, por favor. Déjame respirar un segundo.

El hombre estaba atónito. —¿Te sientes bien? ¿Qué pasa? ¿Necesitas-

—Valéric. —Su voz se quebró tanto que se mordió los labios, callándose de inmediato.

—Te comportas extraña, Stella.