El joven lloró, la amargura explotando en su garganta y un calor fundente resbalando por su mejilla. —Se lo conté todo. Tenía miedo y no quería que te hiriera.
—No estoy enfadado contigo —susurró Valérico, agachándose para estar al mismo nivel de ojos que él—. No hiciste nada malo.
Diego apretó sus rodillas y sollozó, hundiendo sus dedos cada vez más en la tela de sus pantalones y en su carne.
—¿No?
—No —Valérico negó con la cabeza—. Todo está bien.
—Sí, todo está bien —intervino Nix, diciendo—. Si no se hubiera enterado por ti, todavía se hubiera enterado por Selena. Además, todos ya hemos concluido que él sabía, así que no es para tanto.
Le sonrió, tratando de asegurarle, aunque no podía evitar preguntarse hasta dónde había llegado su padre con lo del hipnotismo para dejarlo así de alterado. Diego puede que no sea tan voluntarioso como él y Valérico, pero tampoco era débil, de ningún modo.
¿Qué le hizo ver?