Valeric frunció el ceño.
—No, no es eso. Solo pienso que no querrás pasar tu celo conmigo. Al menos no cuando estés en tu sano juicio —la risa de Stella resonó por toda la habitación—. ¿De qué hablas? Estoy en mi sano juicio, y no me arrepentiría.
—No estás en ti ahora mismo. ¿Cómo lo manejaste antes?
—Supresores.
—Entonces deberías tomar eso. No quiero que me odies de nuevo.
—Estás loco —se rio entre dientes y tomó el cuello de su camisa—. Escucha, no solo me gustas. ¿Y por qué iba a molestarme con supresores teniendo... a ti? —su pulcro índice tocó su pecho, y él bajó la vista hacia su dedo—. Stella... Si no nos detienes, la próxima vez, no me contendré. Mataré a él o a cualquiera que se atreva a tocar lo que es mío. ¿Estás de acuerdo con esto?