¿Alex?

El hombre de mediana edad la miró fijamente. Dio un paso hacia ella y tomó sus manos con un calor paternal en sus ojos marrones. —Eres una buena chica, niña. Y realmente lo siento por todo lo que pudiste haber pasado. Nadie merece ser marginado simplemente por lo que no eligieron ser.

—Gracias, señor —ella esbozó una sonrisa.

—Es el Señor Marcos.

—Gracias, Señor Marcos.

—Puedes recoger el delantal de trabajo en el vestuario. ¿Revisaste los archivos que te di, verdad? —Ella asintió. —Lo hice.

—¿Crees que puedes manejar esto, Stella? —Asintió, dibujando una sonrisa aún más grande. —No tienes que preocuparte por mí, Señor Marcos, estaré bien.

—¿Estás segura? —Sí.

—Bien, entonces, estaré en la parte de atrás. Llámame si necesitas algo, ¿de acuerdo? No dudes —Ella asintió y lo observó salir de la tienda por la puerta trasera. Un suave suspiro escapó de su nariz y se giró, dirigiéndose al vestuario antes de salir para comenzar su día.

Una hora.

Dos.

Tres