Stella rió entre dientes.
—Bueno, conseguí un trabajo, solo para poder salir unos momentos. Ya sabes a lo que me refiero.
—¿Es esta tu manera de-
—Sí. Creo que esto me ayudará.
El hombre asintió lentamente. —Me sorprende que el Sr. Jones te haya dejado hacer esto. Tal vez no hable, pero no soy ciego. Si pudiera meterte en una bola de protección, lo haría.
Una carcajada resonó de ella y bajó la cabeza hacia la cesta, su sonrisa desvaneciéndose un poco. —Cierto…
Notó el ligero temblor en su voz y la repentina atmósfera sombría sobre su cabeza. Había ahogado la emoción que sintió cuando lo vio. —Señorita… ¿está todo bien?
—Sí.
—Sabes que te conozco más que nadie. ¿Qué pasa? —preguntó—. ¿Pasó algo entre tú y el Sr. Jones? Si es cierto, puedes hablar conmigo al respecto. Siempre estaré aquí, lo sabes. Vamos.
Ella levantó la cabeza para encontrar su mirada con ojos húmedos que aún no se habían desmoronado. —Yo…
—Dime.
—Lo extraño, Alex.