—No. No estaba bien. Nunca estuvo bien y tal vez nunca lo esté —se frotó el pecho, el dolor se intensificaba con cada segundo que pasaba—. Las comisuras de sus labios intentaron elevarse en una sonrisa tranquilizadora, pero no funcionó. No podía hacerlo.
—Stella, dime exactamente...
—¡Esperaba! —Se derrumbó—. Estaba bien cuando todos me miraban así o cuando pensaban lo mismo sobre mí, no me importaba en absoluto y de hecho, me había acostumbrado. Pero Valeric... No sé, no lo sé. Solo de alguna manera deseaba que él no me mirara igual y que no pensara lo mismo que ellos. Esa cosa débil que nunca podría hacer nada por sí misma, siempre teniendo que esconderse detrás de alguien, esperando ser salvada, ser ayudada, que nunca podría llegar a nada y que era tan inútil como lo que era, eso era lo que sus ojos siempre decían.
—Pensé que me había acostumbrado hasta que él me lo dijo. Que yo era débil.
—¿Qué?