Todavía Nada

Stella era su saco de golpeo, todos los días llegaba a casa borracha, cansada y hecha polvo, revolcándose en la miseria. ¿Qué podría hacer una chica como ella cuando nadie, ni una sola persona, estaba de su lado? Nunca terminaba, no hasta el día de ese accidente e incluso tan pronto como fue dada de alta del hospital, volvían a la misma situación. Ni una sola vez, ni siquiera una vez

—¡Stella! ¡Hey, Stella!

Ella levantó la cabeza, su visión nublándose. Se deslizó fuera de la silla y se movió a su alrededor. —L-lo siento, tengo que volver adentro —sus dedos se enredaron en su pelo mojado y los jaló para liberarlos, acogiendo el dolor fuera del que la desgarraba por dentro.

—Stella, ¿adónde vas?

—Adentro —forzó una sonrisa y se movió para irse, pero él tomó su mano, deteniéndola—. Señorita, no soy uno de preocuparse tan fácilmente, pero necesitas ir a casa. Por favor. Estás perdiendo el control.

—No es así. Estoy solo cansada y eso es todo.

Ella arrancó su mano libre.