¡Respira!

Stella se encogió de hombros. —Genial. Sus ojos bajaron a sus dedos envueltos alrededor de su muñeca. —Suéltame.

—Stella

—Solo suéltame, Valeric —y en cuanto lo hizo, ella caminó hacia el baño, cerrando la puerta de un portazo. La cerró con llave desde adentro y caminó hacia el lavabo, con los hombros subiendo y bajando por la respiración agitada.

Ahí iban de nuevo. Nunca dejándola hacer algo por sí misma. Todos siempre eligiendo por ella, mirándola desde arriba y pensando que era un huevo que se rompería con la presión.

¡Al carajo! Esa no era ella, no era así. ¿Por qué no podía entenderlo? ¿Por qué tenía que mirarla así, con miradas que ella conocía muy bien, una que le habían taladrado en la cabeza cada segundo de su vida?

¿No la hacía sentir diferente, fuerte, como si no necesitara esconderse? Entonces… ¿qué es esto? ¿Por qué? ¿Por qué él, de todas las personas, tenía que?