Esme no entendía por completo qué la impulsó a abrazarlo tan repentinamente. No fue planeado, pero el momento parecía inevitable, y su quietud instintiva ante el contacto inesperado era comprensible.
Quizás fue porque, en el fondo, ella sentía que él lo necesitaba desesperadamente.
La forma en que sujetaba el colgante, su corazón casi se detuvo al pensar que pudiera dañarlo. Ese colgante no era un objeto para lanzar; estaba formado por su propio núcleo mágico — la mitad de su alma estaba incrustada en él.
Si lo hubiera aplastado, las consecuencias habrían sido graves, ¿verdad?
El peso de esa realización, y el hecho de que ella casi había desechado algo tan significativo si no fuera por Kangee, hizo que su agarre se apretara alrededor de él.