La mente de Esme giraba, insegura de cómo habían acabado aquí. Un momento estaba mareada de anticipación en la cocina, y al siguiente, se encontraba en la cámara de Donovan, sus labios fervientemente entrelazados.
Su venda fue descartada en algún lugar, olvidada en el ardor de su pasión. Sus cuerpos se presionaban con fiebre, desesperados, como si no soportaran la idea de estar separados.
El tiempo parecía difuminarse, y antes de que se diera cuenta, su ropa se había deslizado, dejándola desnuda bajo su tacto, su cabello destellando con un brillo azulado.
¿Cómo llegó a esto?
—Yo... espera —respiró Esme, su voz titubeante al romper el beso—. No me he limpiado bien. Todavía estoy mojada del baño que tomé.
Donovan, sin embargo, parecía no tener tal preocupación. Sus labios se curvaron en una sonrisa maliciosa, su voz baja y sensual —No importa. Pronto estarás más mojada.