No Les Des Nada

La partida de la barrera no dejó rastro alguno de su presencia, y Esme se quedó sin palabras cuando de repente atravesaron un velo imperceptible y emergieron en un serpenteante sendero forestal, rodeados de altos y antiguos árboles centinelas. La repentina transición fue similar a ser transportada a Iliria a través de un portal.

Inmediatamente se dio cuenta de que así era como habían conseguido permanecer ocultos, una barrera que no se podía ver.

Donovan iba adelante, su caballo de guerra una majestuosa y ébano silueta que se movía con una gracia silenciosa, sus cascos apenas perturbaban las hojas susurrantes debajo. A pesar de la venda que cubría sus ojos, su conciencia de su entorno era inquebrantable.

Esme solo podía suponer que había atravesado este bosque innumerables veces, su familiaridad con la ruta ya estaba grabada en su ser.