Contrahechizo

En los aposentos del Alfa, Dahmer se recostaba cómodamente contra el cabecero de la gran cama, rodeado de cuatro impresionantes mujeres del norte envueltas en telas transparentes.

La habitación era su cámara personal, concedida desde que había seguido al rey, y no perdía tiempo en disfrutar de sus lujos.

Las mujeres lo adulaban, mezclando su risa con suaves risitas mientras se aferraban a cada una de sus palabras. Les había prometido venir a buscarlas una vez que reconstruyera su manada, y para las mujeres del norte, cualquier hombre era mejor que su Alfa.

Una de ellas se encaramó sobre sus piernas, sus labios se encontraban con los suyos en un beso apasionado y lleno de lujuria, mientras sus manos recorrían libremente su cuerpo, sujetando su pecho con un aire de derecho propio.