Fragmentos De Sus Recuerdos

Al atravesar el angosto callejón, otro temblor sacudió el suelo, haciendo que los finos granos de arena cayeran como lluvia sobre sus hombros y cabello.

Esme y Cora continuaron moviéndose, y cada paso parecía una eternidad hasta que finalmente llegaron a la segunda puerta.

Desafortunadamente, estaba cerrada por dentro, así que optaron por la tapa de hierro, tipo alcantarilla, que había encima.

Con un empujón contundente, Cora levantó la pesada tapa y rápidamente subió, seguida de cerca por Esme, y una vez afuera, cubrió el agujero lo más silenciosamente que pudo. Ambas emergieron de la estrecha apertura, solo para encontrarse en la planta baja de la fortaleza.

El aullido de los lobos, tenue pero escalofriante, resonaba desde algún lugar en el exterior, junto con voces que daban órdenes. Eso agitó el instinto de Esme, pero volvió en sí cuando Cora le indicó con gestos que necesitaban seguir moviéndose.