Tadeo soltó su agarre del cuello de Esme y ella se desplomó al suelo una vez más, jadeando por aire. Aturdida y sacudida, gateó hacia atrás, con los ojos fijos en Tadeo como si fuera una aparición salida de una pesadilla.
Fue tan inesperado, pero un destello de movimiento le había salvado la vida. Sin embargo, fue una puñalada repentina y brutal la que golpeó a Tadeo en la garganta, y él se agarró el cuello por el ataque.
Siguiendo la trayectoria del arma con creencia atónita, la mirada de Esme cayó en lo que debería haber sido su espada, excepto que no era una espada.
¡Un látigo había ocupado su lugar!
Cuando retumbó en el charco de sangre perteneciente a Jason, los pétalos ya habían comenzado a oscurecerse en segundos, absorbiendo la sangre debajo de ellos, y la antaño delicada flor se transformó ominosamente.