Noche de la Luna Feral

Mientras Esme y Altea salían del balcón, Esme se detuvo en la habitación en la que había despertado y se deslizó adentro, buscando entre los cajones y tomando un abrigo de piel.

La tela era gruesa y lujosa, su calidez un consuelo bienvenido contra el frío en el aire. Se lo envolvió alrededor de su figura, el peso de este la afirmaba mientras se preparaba para enfrentar lo que le esperaba.

Descendiendo la escalera con Altea a su lado, el paso de Esme vaciló cuando escuchó las voces bajas de un grupo de mujeres del Norte abajo.

Al reconocerlas, se dio cuenta de que eran algunas de las cortesanas de la Fortaleza Fang, mujeres que había visto de pasada pero nunca había tratado. No habían acogido su presencia entonces, ya que era una intrusa, pero mientras otras arriesgaban su propia seguridad para ayudarla a esconderse, el resto simplemente la miraba como si estuviera perturbando el delicado equilibrio de su dominio.