Esme no se detuvo a pensar cómo había llegado aquí, en cambio, buscó el suero que le había dado Orion. Dahmer palideció al ver a Esme tomar el suero, y sacudió la cabeza en negación desesperada mientras ella daba un paso medido hacia él.
—¡Aléjate de mí, maldita sea! —Su voz tembló ligeramente mientras se acercaba.— ¡DIJE QUE TE ALEJARAS! ¡ALÉJATE DE MÍ! ¡ESMERAY, ESPERA! —Sus ojos se agrandaron, y el miedo lo invadió mientras Esme sostenía el suero justo fuera de su alcance, su mirada fija en la de él.
—¿Sí, Dahmer? —su voz era calmada, casi fría, mientras observaba su creciente terror.
Su garganta se movía mientras tragaba con dificultad, lanzando una mirada frenética al suero en su mano, cuya punta brillaba peligrosamente cerca de su piel. —No puedes... no lo harás de verdad. No eres tan desalmada como yo —balbuceó, perdiendo su bravuconería con cada palabra.