Algo Estaba Mal

Esme cerró con fuerza los ojos cuando él hundió más sus dientes. Sus dedos se aferraron instintivamente al hombro desnudo de él, aferrándose a él como si anclara a sí misma contra el dolor abrumador.

En el momento en que la mordida se profundizó, algo dentro de ella cambió. Una repentina ráfaga de luz iluminó el espacio mientras su cabello, que hasta ahora había permanecido opaco, comenzó a brillar con un resplandor sobrenatural.

Ni siquiera se había dado cuenta de lo que había sucedido hasta que la cálida luminosidad se derramó sobre sus hombros. Mordiéndose el labio inferior, Esme luchó contra el grito que amenazaba con escapar, negándose a mostrar cualquier forma de debilidad.

Nadie la había advertido que una marca de apareamiento dolería tanto. La intensidad era asombrosa, y las lágrimas se acumulaban en sus ojos, a pesar del cuidado que él tenía. Su delicadeza era constante y deliberada, pero no podía ocultar la quemadura penetrante que grababa su reclamo en su alma.