La zona de entrenamiento se había vaciado esa mañana, con los espectadores retrocediendo para dar espacio a los dos combatientes. Esme y Revana estaban en el centro, su choque incesante, cada golpe resonando en el aire como un himno de batalla.
Lady Arabella observaba desde un rincón, incapaz de apartar sus ojos de Esme que se defendía de los ataques de Revana, como esperando que sucediera algo milagroso. Aunque en sus ojos se notaba un poco de incertidumbre.
Revana atacaba con una precisión implacable mientras cargaba hacia adelante, su espada un borrón de movimiento mientras seguía lanzándolas en dirección a Esme. Se movía con una facilidad que desmentía su fuerza, cada golpe potente y calculado.
Esme, completamente a la defensiva, recibía cada golpe con igual fuerza, sus músculos ardían por la intensidad de su duelo. Revana no era solo formidable– era la segunda más fuerte en cuanto a la manada de Donovan, solo superada por Lothario mismo.