Espacio para Jugar

Los labios de Altea se entreabrieron ligeramente, pero antes de que pudiera decir algo, la voz de su lobo resonó en su mente, firme pero cautelosa.

—No se lo digas, aún no —la voz era resuelta, y era un comando silencioso entrelazado con urgencia—. El Alfa debe escucharlo primero.

Tragándose las palabras que casi se le habían escapado, Altea forzó una sonrisa, suavizando su expresión en algo ilegible. Luego dio una pequeña sacudida de cabeza, tranquilizando a Esme en silencio de que todo estaba realmente bien, que no tenía nada de qué preocuparse.

—Sólo quería hablar con el Alfa —dijo Altea con ligereza, manteniendo su tono casual—. Hay algo que necesito informarle, y también quería saber si vamos a volver con los Malditos pronto, ya que los chicos se van mañana. Eso es todo, pero ya que no está disponible, no te molestaré.

Inclinando su cabeza cortésmente, se volvió para irse, pero la voz de Esme la detuvo.

—Altea.