—¿A dónde nos dirigimos, Señora? —preguntó Alfred, mirando a Arwen a través del espejo retrovisor.
Arwen levantó la vista hacia él y sonrió. —Nos dirigiremos a la Mansión Foster —respondió, y aunque la mención de la Mansión Foster hizo que Alfred se detuviera por un segundo, no hizo preguntas.
Asintiendo cortésmente, arrancó el coche y condujo en la dirección indicada.
Arwen se quedó sentada detrás cuando escuchó sonar su teléfono. Al ver que era Margaret quien llamaba, contestó la llamada de inmediato. —Tía Margaret, ¿lo encontró?
Margaret hizo una pausa —quizás porque le pidió directamente acerca del álbum, el cual le había pedido que buscara la última vez. Pero Arwen podía controlarse. Aunque no había vuelto a llamar para preguntar por ello, nunca lo había olvidado. Simplemente no quería sonar desesperada por ello, pero justo ahora, ya se había delatado.
—Lo siento —se disculpó, mordiéndose la lengua suavemente—. No quería apresurarte. Es solo que