Un hombre no codicia lo que legítimamente pertenece a su esposa.

Aiden estaba trabajando en su oficina cuando Emyr entró después de tocar la puerta.

—Señor, el informe que solicitó ha sido preparado —dijo, colocando el archivo en el escritorio de Aiden y empujándolo cortésmente hacia él.

Aiden miró el archivo antes de recogerlo y hojear las páginas. Mientras escaneaba el contenido, su expresión permanecía inescrutable.

Después de un momento, asintió.

—Todavía le faltan detalles. Esto no es suficiente.

Con eso, cerró el archivo y, sin pensarlo dos veces, lo tiró a la papelera.

Emyr no se sorprendió en absoluto. Desde el principio, había sabido sobre la búsqueda de la perfección de su jefe.

—Anotado, señor —respondió Emyr con un asentimiento, ya enviando un aviso al equipo responsable del informe—. Les he informado, y ya han comenzado a trabajar en ello nuevamente.

Aiden murmuró en reconocimiento y volvió su atención al archivo que había estado revisando anteriormente.