Aunque Margaret sabía que no debía intervenir, no pudo evitar hacerlo.
Para ella, en ese momento, Brenda era lo más importante.
Avanzando un paso, dijo en su tono más cortés, buscando la comprensión de la mujer que nunca había mostrado tal registro.
—Señora Quinn, la Señora no se ha sentido bien últimamente. ¿Podría considerar su salud y hablar un poco más suavemente? —sugirió, teniendo en cuenta el mejor interés.
Pero Catrin solo frunció el ceño ante sus palabras.
—¿Crees que me importa? —se burló, mirando a Margaret con el mayor desprecio, como si la culpara por arrebatarle algo—. Incluso si muriera ahora mismo, no me importaría en absoluto.
—Señorita Catrin —casi exclamó Margaret—, cuidado con tus palabras. Nunca había levantado la voz así, ni perdido la compostura... pero hoy, simplemente no podía contenerse.
No le gustó para nada la insinuación de Catrin, y eso simplemente la irritaba.