Asher entró al club vacío, con luces parpadeantes y música suave sonando.
No fue difícil encontrar a Davian, el Rey de la Mafia era enorme, la camiseta de compresión que llevaba puesta se moldeaba a sus musculados.
Estaba sentado en la sección VIP, en un reservado iluminado, con la espalda recta, expresión estoica.
Asher se acercó y tomó asiento, echando un vistazo al alcohol sobre la mesa.
El cabello oscuro de Davian estaba cortado al ras, sus ojos gris pizarra pasaron por Asher. —Llegas tarde —dijo con su voz grave y monótona.
—Llego justo a tiempo —le respondió Asher, imperturbable ante la acusación.
Davian no dijo nada más después de eso, el Rey de la Mafia hablaba muy poco, y era bueno porque Asher no estaba precisamente en el estado de ánimo para mantener una charla trivial.
—Si quieres, toma algo —Davian le ofreció cuando notó que el otro Rey de la Mafia miraba con anhelo las botellas sobre la mesa por enésima vez.
—Paso —Asher hizo un gesto con la mano.