De vuelta en la mansión, un taxi se detuvo frente a las puertas, la puerta trasera se abrió para revelar a una mujer.
Llevaba un vestido digno de una modelo con un abrigo de piel sintética sobre sus hombros, unas enormes gafas de sol cubriendo la mayor parte de su rostro.
El taxi se marchó y la dejó atrás con una maleta y una bolsa de noche, un bolso de diseñador colgando delicadamente de su brazo, un cigarrillo sin encender entre sus labios rojos.
Las puertas se abrieron inmediatamente en su presencia, los hombres que guardaban la entrada curiosos.
Tras una breve conversación, se le permitió entrar, un par de hombres ayudándole con su equipaje mientras ella caminaba con paso firme hacia la mansión como si fuera suya.
No llegó muy lejos porque en cuanto puso un pie en el vestíbulo, Matilda ya estaba allí para recibirla, con un oscuro ceño en su rostro.
Arthur iba justo detrás de Matilda, su palidez de un gris mortecino, ojos marrones embarrados y saltones.