Lake dormía en su cama cuando Davian regresó a la mansión, casi tropieza con el aire al ver al pálido Omega tendido sobre sus sábanas negras.
No había ido primero al dormitorio de Lake para no molestar al Omega si aún estaba durmiendo, solo para tropezar justo con él.
La excitación que había casi olvidado golpeó la base de su espina, haciéndole casi morderse la lengua.
Lake escogió ese momento para despertarse, sus ojos suaves por el sueño.
—Davian, has vuelto. ¿Qué tal la clase de cocina? —preguntó.
—Bien —murmuró Davian, aclarándose la garganta apresuradamente para deshacerse de algo de la ronquera.
Afortunadamente, Lake se levantó entonces y vagó de vuelta a su dormitorio, pareciendo como si aún no hubiera dormido lo suficiente.
Davian tomó una ducha con agua gélida, mirando su pene que parecía tener vida propia últimamente. Nunca había tenido que lidiar con esto antes por lo que no sabía cómo resolverlo.