El Jardín entero se estremeció con fuertes exclamaciones y sutiles murmullos que viajaban entre la multitud noble, mientras cientos de pares de ojos se quedaban boquiabiertos mirando a Damien Dio, quien sostenía la mano temblorosa de la Señora Ashter.
Rosalía, por otro lado, se quedó sin palabras. Se cubrió la boca abierta con la mano izquierda, los claros ojos grises se le agrandaron y el latido del corazón retumbaba en sus oídos, ahogando todo lo demás.
Nadie podía entender qué estaba pasando. El Gran Duque Damien Dio, el infame señor de la guerra, una bestia maldita enloquecida, el único hombre entre la nobleza que despreciaba socializar y prefería matar monstruos y personas antes que entablar conversación con hermosas damas en reuniones y fiestas formales... Ese mismo Damien Dio estaba ahora proponiendo matrimonio a una de las mujeres más despreciadas e indeseables de todo el Imperio de Rische. Esa simple idea era difícil de comprender.