—Enfurecido por tal audacia, Damián sujetó al miembro del culto por el cuello, casi sofocándolo con su firme agarre, decidido a extraer la verdad a pura fuerza —sin embargo, los oscuros ojos del hombre de repente brillaron con un fulgor rojo intenso, y se convirtió en un cadáver inerte en las garras de Damián.
—Los ojos del duque se abrieron en completa perplejidad ante este giro inesperado de los acontecimientos. Su mirada se desplazó frenéticamente sobre el resto de los hombres – todos ellos, como si siguieran una orden silenciosa, contrajeron sus cuerpos al unísono, chispas rojas titilaban a través de sus párpados cerrados. Se congelaron en su movimiento final, sucumbiendo ante el abrazo inminente de la muerte.