Con determinación en su andar, Damián se apresuró a entrar en la mansión, pasando por el pasillo bien iluminado con poca conciencia de su entorno. Agotada por la penosa experiencia del secuestro y aún aturdida por los efectos del polvo para dormir, Rosalía había permanecido profundamente dormida desde que el duque la acunó en sus brazos. Después de realizar todos los arreglos necesarios para la investigación del caso de cruce de fronteras, Damián decidió escoltar personalmente a su prometida inconsciente de vuelta a su mansión.
Mientras se aproximaba al dormitorio de la joven con un aire resuelto, notó que Ricardo lo alcanzaba, su rostro mostraba una mezcla de miedo y preocupación al darse cuenta de que la Señora Ashter había vuelto a perder el conocimiento.
—¡Su Gracia! ¿Qué ha pasado en el mundo? —exclamó Ricardo.
—No hay tiempo para explicaciones, Ricardo. Envía a un lacayo a buscar al Reverendo Altair lo antes posible —respondió Damián sin detenerse.