Rosalía caminaba de un lado a otro en el estudio del duque, su cuerpo completamente abrumado por la ansiedad. Emocionada por ir a un picnic con el duque, se apresuró a preparar todo lo necesario para un agradable momento al aire libre, y ahora todo estaba hecho y listo, excepto por un componente crucial: el propio Damián Dio.
Lanzó otra mirada inquieta al gran reloj dorado en la pared opuesta y soltó un suspiro de decepción. El día estaba a punto de terminar y temía que su ímpetu se perdiera, ya que tener un picnic en un jardín oscuro sonaba más deprimente que agradable.