Al ver a Rosalía y a Félix sentados tan cerca uno del otro, Damián alzó las cejas en completa sorpresa; esa era la última cosa que esperaba ver al volver a casa, y era bastante desconcertante.
—¿Señora Rosalía? ¿Qué hace usted aquí? —preguntó Damián.
Rosalía señaló la pila de papeles en la que ya había trabajado y respondió, su voz llena de orgullo:
—Oh, Su Gracia. Me aburrí de esperarlo, así que ayudé a Félix con estos papeles.
Contrario a sus expectativas, el rostro de Damián se tornó inesperadamente serio, una profunda línea de ceño fruncido se marcaba entre sus negras cejas. Se acercó a su asistente y preguntó con una voz algo fría e incluso enojada:
—¿Por qué hizo que la Señora Rosalía hiciera su trabajo?